

La reciente inhabilitación judicial de la nacionalista francesa Marine Le Pen, acusada de malversación de fondos cuando era eurodiputada, encendió alarmas y reacciones en cadena en el tablero político europeo.
Free Le Pen! pic.twitter.com/mtx3ndQ10r
— Elon Musk (@elonmusk) April 4, 2025
Diversos referentes del nacionalismo continental (con Hungría, Italia, España y los Países Bajos a la cabeza) calificaron el fallo como una maniobra judicial con motivaciones políticas.
El empresario estadounidense Elon Musk, quien mantiene una estrecha relación con el presidente Donald Trump, calificó la decisión como un "abuso del sistema judicial" y acusó a la izquierda de manipular la ley cuando no puede ganar en las urnas.
En su red social X, publicó: “Cuando la izquierda radical no puede ganar mediante el voto democrático, abusa del sistema legal para encarcelar a sus oponentes”.
El mensaje resonó rápidamente en líderes como Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, quien escribió: "Je suis Marine!", en un guiño directo al lema “Je suis Charlie” que se popularizó tras el atentado a la redacción de Charlie Hebdo en 2015.
En el mismo tono se expresaron Matteo Salvini (Italia), Santiago Abascal (España) y Geert Wilders (Países Bajos), todos parte del grupo parlamentario "Patriotas por Europa", que busca ampliar su poder en Bruselas con el regreso de Trump al poder como impulso simbólico.
La reacción del Kremlin también fue tajante. Su vocero, el ruso Dmitri Peskov, afirmó que el fallo “viola las normas democráticas” y señaló que Europa está avanzando hacia un modelo de persecución judicial a opositores políticos.
El caso Le Pen guarda similitudes con lo ocurrido recientemente en Rumania, donde el candidato ultraderechista Calin Georgescu fue excluido por el Tribunal Constitucional a pesar de haber ganado la primera vuelta. La anulación del resultado fue tildada de “golpe de Estado” por sus aliados, entre ellos el mismo Musk.
La sentencia contra Le Pen representa un duro revés para su futuro político: no podrá postularse a ningún cargo durante los próximos cinco años, truncando sus aspiraciones para las presidenciales francesas de 2027, donde era vista como una de las principales contendientes.
Por su parte, el partido alemán AfD (con posturas incluso más radicales) fue la única fuerza que evitó pronunciarse. Le Pen había tomado distancia de ellos previamente, por los escándalos que envolvieron a la agrupación.
La narrativa que se impone entre los líderes de este sector es clara: Marine Le Pen no cayó por la ley, sino por ser una amenaza real al statu quo europeo.
