
Política | 08/09
Controles secretos
Javier Milei se sostenía con psicofármacos según revelaciones de su entorno
Mientras se mostraba como líder implacable contra “la casta”, el economista recibía Valcote y Quetiapina para contener sus arranques y mantener su energía explosiva, según una fuente de Bull Market.

No se trata de rumores ni de caricaturas televisivas: según una fuente anónima, en una oficina de Bull Market, Karina Milei le hizo tragar a su hermano dos psicofármacos potentes. Nada de placebos: se trataba de Valcote 500 miligramos y Quetiapina 100 miligramos, drogas que cualquier psiquiatra receta para frenar tormentas internas que no se arreglan con meditación.
?Gastón Alberdi, FUNDADOR de LLA, relató como Karina Milei MEDICÓ a su hermano?
— Revolución Popular (@RPN_Oficial) September 6, 2025
?️"Lo agarró del brazo como una maestra integradora y le dio pastillas psiquiátricas" pic.twitter.com/CAwBbmIRH8
Milei, cuando me dijiste que tomabas pastillas no pensé que eran tantas! pic.twitter.com/uoTe4fImqf
— David Brownie con clonaesecan (@DavidBrownie84) July 16, 2025
El Valcote es un estabilizador del ánimo, indicado para epilepsia y trastorno bipolar, diseñado para que los altibajos extremos no terminen en crisis explosivas. La Quetiapina, en cambio, es un antipsicótico que suele usarse en pacientes con esquizofrenia, paranoia o desórdenes del sueño graves.
En criollo: medicación de alto impacto, pensada para quienes necesitan un freno químico a realidades que desbordan.
La escena, descrita por la fuente, es digna de una escena bizarra: Karina convertida en enfermera improvisada, Ramiro Marra al fondo con gráficos bursátiles, y el futuro prescindente (en ese momento) tragando pastillas como si fueran el verdadero motor de su “revolución liberal”.
Que Javier Milei se desborda ya era vox pópuli: arranques incontrolables, espasmos televisivos y una energía que oscila entre la furia y la euforia permanente. Lo nuevo es que ahora aparece un capítulo que revela cómo se sostenía ese desbalance: no a fuerza de convicción política, sino de estabilizadores de ánimo y antipsicóticos de receta fuerte.
La ironía es brutal: mientras se vendía como el paladín del orden contra “la casta”, puertas adentro lo que había era una coreografía farmacológica que lo mantenía en pie. Si la política argentina siempre fue teatro, este episodio confirma que la obra de Milei tiene libreto… y prospecto.